miércoles, 10 de abril de 2013


Encuentro algo que imprimí del blog de una amiga, hace muchos años. Comentarios desde el dolor y la impotencia. Y con vigencia eterna.



ALE dixit:     (junio 9 de 2007)

Perros espectrales vagan lentos buscando la sombrita afilada de los pocos árboles, y rondan los ranchos desde donde no reciben más que pedradas. Tienen marcas en el cuerpo y los ojos tristes. Tienen miedo, hambre, y sed, pero no tienen nombre ni dueño.
El viento quema; el calor y el silencio espesan la tarde. En este lugar la muerte late a cada paso y en todas las cosas. En medio de la desolación y la miseria ellos no importan. Cuando hayan muerto, nadie va a recordar que alguna vez fueron.
Los perros de Pompeya presagian el hambre, el abandono, la desolación lenta del interior de esta tierra seca que es el Chaco y bien podría ser tantos otros lugares, todos parecidos en la tristeza, en el silencio hondo, en la pobreza resignada, en la muerte lenta de tantas cosas, y de tanta gente.

LILI dixit:      (junio 14 de 2007)

Todos los días, o casi todos, paso un rato por acá. Necesito ese rato, necesito ese paso. Sentir el dolor de los profundos sepias de las fotos del tiempo. Echar una mirada por esos parajes por donde no miramos, no queremos, no creemos.
Sí, claro que existen. Son y existen y pasan y dejan de existir, sin haber sido nada, nadie, sólo un número aumentando una estadística que no se mira por dentro, que no tiene rostro ni lágrima ni voz ni sentido...
He escrito mucho sobre esto. Cada vez que la impotencia y el dolor me ponían al borde de toda razón. Cada vez que las calladas honduras de esos parajes me mostraban el límite impreciso entre la vida y la muerte. Allá, acá, en tantos otros territorios pintados con la misma paleta de hambre y de miseria, de ignorancia y de olvido.
Todos los días paso y leo "0 comentarios". Y, por cierto, no es fácil agregar un comentario. La elocuencia de las fotografías nos deja devastada el alma. Y por si ello fuera poco, las palabras.

DANIEL el Adiestrador dixit:    (22 de junio de 2007)

No sé quién sos, Liliana. Probablemente no sepa nunca quien seas pero puedo suscribir cada palabra de tu comentario. Las palabras del texto. Cada palabra, como una gota apenas, inofensiva, inevitable, taladrando con sutil silencio nuestra propia coraza. No sé cómo es el monte chaqueño, pero si alguna vez lo conozco será, sin dudas, como lo describe Ale. Daniel el adiestrador.