sábado, 11 de julio de 2015


HUESOS

Entretanto
cuando el 27 de julio a las dos de la mañana
irrumpían en la casa de Susana y José,
cuando el 5 de abril en la madrugada
Juan era arrancado de la cama,
cuando el 16 de septiembre
a Gustavo se lo llevaban al salir del trabajo,
yo caminaba las calles de Leipzig
y pisaba las hojas y las piedras,
regresaba aturdida de las clases
a preparar un café
en la cocinita de azulejos celestes
y apoyada en la ventana
entre sorbo y sorbo
pensaba en ellos
obstinadamente


Entonces
aunque aún me espantaban a la noche
los golpes en la puerta
sabía
que era imposible que estuviesen allí
que ya no me esperarían en la esquina
que su olor había dejado
de perseguirme

Entonces
yo usaba reloj y caminaba entre los vivos
abría la ventana en las mañanas
y dejaba la llave sobre el marco de la puerta
para que los amigos
aguardaran mi llegada mientras encendían la leña.


Entonces
yo contaba los días que faltaban
pero nunca
los que había sobrevivido
a tanto oscuro
tanto solo
tanto frío

porque
los Pedros y las Anas y los niños
que parieron en silencio y sin quejarse
veían más oscuro que mi oscuro
estaban más lejanos que mi lejos
y tenían más frío en ese frío
en el que nadie decía nada

Ahora
me preguntás qué siento.
Cómo es eso de estar,
haber atravesado los portales del infierno
y sin embargo estar de vuelta

Qué se siente

Nada puedo decir
que no hayan dicho.
Ninguna lágrima regará por vez primera
esta tierra
o aquella.

Ha pasado tiempo
tanto tiempo

Los niños tienen hijos
y la tierra
les devuelve de vez en cuando huesos
para que armen a sus padres
y conozcan la talla de un hombre
con su mismo ADN
y vean los orificios
por donde la vida se les fue tan de repente
tan poquita
tan joven
tan querida

y puedan despedirlos

devolverlos
enterrarlos
ahora sí
o esparcirlos en el aire
definitivamente
sin saber
cómo hubiera sido la caricia
que soñaron cada noche
hijos
padres
madres
que sólo conocen
el dolor de no tenerlos
de llorar y no tenerlos
de buscar y no tenerlos
de callar


Por favor
no me preguntes qué se siente.




lunes, 10 de marzo de 2014

Lentamente
nos fuimos arrimando las cenizas.
Buenos Aires era entonces sólo un sitio
una zona
un lugar donde vivir la angustia
y tus manos como un nido

Poco a poco encontramos
nuestras vidas

Ahora la ausencia es
simplemente
un estado de no estar
una distancia
una muerte más fácil

entre nosotros nunca habrá final.


                  Entre nosotros nunca habrá final
                  así como nunca hubo principio.
Me siento a una mesa del café am Hochhaus
los miro
y por más que intento encontrar algo
un vestigio
un pequeño parecido
es inútil.

Poco o nada tengo que ver con estos seres
que
despreocupados
saborean sus tortas con crema a las cinco de la tarde.


                              Leipzig, abril de 1980


miércoles, 10 de abril de 2013


Encuentro algo que imprimí del blog de una amiga, hace muchos años. Comentarios desde el dolor y la impotencia. Y con vigencia eterna.



ALE dixit:     (junio 9 de 2007)

Perros espectrales vagan lentos buscando la sombrita afilada de los pocos árboles, y rondan los ranchos desde donde no reciben más que pedradas. Tienen marcas en el cuerpo y los ojos tristes. Tienen miedo, hambre, y sed, pero no tienen nombre ni dueño.
El viento quema; el calor y el silencio espesan la tarde. En este lugar la muerte late a cada paso y en todas las cosas. En medio de la desolación y la miseria ellos no importan. Cuando hayan muerto, nadie va a recordar que alguna vez fueron.
Los perros de Pompeya presagian el hambre, el abandono, la desolación lenta del interior de esta tierra seca que es el Chaco y bien podría ser tantos otros lugares, todos parecidos en la tristeza, en el silencio hondo, en la pobreza resignada, en la muerte lenta de tantas cosas, y de tanta gente.

LILI dixit:      (junio 14 de 2007)

Todos los días, o casi todos, paso un rato por acá. Necesito ese rato, necesito ese paso. Sentir el dolor de los profundos sepias de las fotos del tiempo. Echar una mirada por esos parajes por donde no miramos, no queremos, no creemos.
Sí, claro que existen. Son y existen y pasan y dejan de existir, sin haber sido nada, nadie, sólo un número aumentando una estadística que no se mira por dentro, que no tiene rostro ni lágrima ni voz ni sentido...
He escrito mucho sobre esto. Cada vez que la impotencia y el dolor me ponían al borde de toda razón. Cada vez que las calladas honduras de esos parajes me mostraban el límite impreciso entre la vida y la muerte. Allá, acá, en tantos otros territorios pintados con la misma paleta de hambre y de miseria, de ignorancia y de olvido.
Todos los días paso y leo "0 comentarios". Y, por cierto, no es fácil agregar un comentario. La elocuencia de las fotografías nos deja devastada el alma. Y por si ello fuera poco, las palabras.

DANIEL el Adiestrador dixit:    (22 de junio de 2007)

No sé quién sos, Liliana. Probablemente no sepa nunca quien seas pero puedo suscribir cada palabra de tu comentario. Las palabras del texto. Cada palabra, como una gota apenas, inofensiva, inevitable, taladrando con sutil silencio nuestra propia coraza. No sé cómo es el monte chaqueño, pero si alguna vez lo conozco será, sin dudas, como lo describe Ale. Daniel el adiestrador.

lunes, 9 de abril de 2012


Leipzig, 25 de enero/1977


Cómo.
Quién me va a quitar tantas ausencias
tanto partir herido.
De qué manera van a poder evitar
la primera plana de los diarios
el morir de los amigos.
Cómo
te pregunto.
Me pregunto
en dónde está la alegría.
En las calles.
Tras el rostro de algún niño.
Tantas veces
recordar en la distancia.
Amigo
nos vamos haciendo hombres.
Te pregunto.
Me pregunto
es tan difícil la vida.


domingo, 8 de abril de 2012


Miré de repente las paredes una a una,
las plantas,
las enredaderas revividas de hojas nuevas,
luciendo primavera
y mis caballitos soñando pampas lejanas
sobre el escritorio.
Es de noche y el silencio me niega Buenos Aires.
Una lámpara, algún disco
y la sensación de que no es cierto.
Cuánto tiempo más
removeré las camas y los libros
en un país lejano
en otro mundo
en un juego que no aprendí a jugar,
en una campana de cristal
desde donde miro pasar el tiempo
desde donde no puedo sacar la mano
para acariciar tus sueños.



Leipzig, junio 23 de 1979

Karl-Marx-Stadt, sábado 14 de abril de 1979  


Pena grande
cuando es sábado de gloria, como hoy,
y uno no tiene ni un cigarrillo ni un trago
aquí cerca
y cuando uno está atragantado de cosas,
comentarios, cariños, recuerdos,
provincias lejanas que se cuelgan en los ojos,
y uno quisiera sentarse en un café
a arreglar el mundo como tantas otras veces,
a ver pasar el tiempo vestido de esmeralda
o corrientes, obelisco y diagonal.
Pena pena pena
cuando aparece tu figura que caprichosamente
no olvido
cuando olvido los nombres de calles
y amigos
pena de querer decirte un verso
no versearte
o de cantarte
ni las cuarenta ni la precisa:
cantarte un tango compadrito y reo
mientras miramos el fondo de la taza
y nos reímos de estar juntos
de querernos
de saber que no nos vamos a olvidar
pero qué bronca
de saber que no nos vamos a ver más.

Ya ves, aunque es sábado de gloria
y no se escucha ni un murmullo
ni hay un trago ni un cigarro
ni verso ni café
te escribo
te recuerdo porque hace varios años
un día como hoy
que no fue sábado de gloria
ni abril europeo sino nuestro
le dijiste a mi madre que me cuidara mucho
y por detrás de las rejas
yo dije tu nombre y sonreí
sin imaginar
sin siquiera pensar
en mi primera privación de libertad
en el abril europeo y los sábados de gloria.
Yo sonreí nomás
y te pensé un poquito
como siempre te pienso.

Qué pena, pena bronca
saber que estás allá
y aquí es de noche
y nadie toca un tango ni hay amigos
que digan te acordás
y huyan contigo
aunque sea un momento
a meterse en esa bolsa de pasados
a ver pasar los años en imágenes,
como yo,
como nosotros en el fondo de la taza,
antes del amor
y después del reencuentro
sin querer creerme que me voy
y es cierto
será la última vez porque me voy
y no estoy loca
es todo muy difícil
y no es mi decisión pero me voy.

Qué pena, pena rabia
sin camelos y sin prisa
te escribo este recuento
qué bronca
tengo tiempo y Buenos Aires está lejos.
Caminaremos del Paulista a Plaza Francia
sin soltarnos la mano
porque si no me pierdo
y es tan difícil
está oscuro
y Los Sonidos del Silencio...
No puede ser pero me voy
aunque no creas
voy a volver tan pronto


Pero hoy es sábado de gloria
y pena bronca
me ha sorprendido otro abril europeo.




domingo, 4 de diciembre de 2011


EXILIO


....................................................
Y otra pregunta dolorosa para todos:
¿Saben acaso qué es el exilio?
¡Claro, qué van a saberlo!
Yo lo voy a decir:
el exilio
es una larguísima avenida
por donde sólo camina la tristeza.

En el exilio, todos los días
se llaman simplemente agonía.

Y algo más, mercaderes e indiferentes
de mi país. En el exilio se puede perder
el corazón, pero si no se pierde,
nunca
podrán asesinarle su ternura
ni la fuerza vital de sus tormentas!
Otto René Castillo

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Fanny


Más allá de su conducta militante, recuerdo de Fanny esos grises domingos berlineses, donde buscábamos manos de madre, cariño de abuela, olor a hogar. Recuerdo la pasión en los relatos sobre sus pasos por el mundo y la gente que conocía. Recuerdo sus comidas apetitosas, preparadas con esmero. Las sobremesas conversadas, y ella escuchando con idéntico interés anécdotas que quizás habría oído hasta el aburrimiento, -pero nosotros volvíamos a relatar como una novedad-, acerca de los vaivenes transculturales del exilio en tierras tan lejanas...

Recuerdo el tren a Berlín y el U-Bahn y las caminatas por los puentes hasta su departamento en la Fischerinsel. Recuerdo el muro visto por primera vez desde su ventana: apenas un retazo de cemento, y los alambrados y -lo que más me impresionaba- la tierra de nadie a ambos lados... Y más allá las casas que eran ya de otro país... En este lado estaba ella, en una vivienda cómoda pero austera, con su sonrisa franca y sus finas manos que también hablaban. Ella, que estuvo con las palabras justas cuando la necesité, cuando el dolor de las ausencias se hizo más penetrante y la angustia se asentó pesada sobre mi pecho.



De su mano conocí a Fidel un 1º de Mayo en la Alexanderplatz. De su boca conocí a tantos tantos compañeros de lucha y de esperanzas...

Ayer partió, con cien años, y se llevó, -pero también nos dejó-, todos esos momentos, las palabras, los recuerdos, la lucha, el honor, la inclaudicable militancia por un mundo mejor. Te vamos a echar de menos, Fanny. 
Nos vas a seguir haciendo falta.
Que tengas un buen viaje.
Hasta la victoria siempre, noble compañera! 


viernes, 11 de marzo de 2011

El Gitano

 

    Porque ahora sé que algunos de sus compatriotas no lo conocieron, porque me sentí en la obligación de mostrarles quién fue, luego de presentarles su hermoso rostro en una fotografía, quiero publicar acá algunas de las cosas que escribió y compuso y que me gustan mucho.
    Hacia fines de los ´70 cruzó la frontera checo-alemana para visitar a su amigo Payo en Karl-Marx-Stadt. Lo acompañaban su joven mujer de entonces, una checa llamada Viera, y la perra de ambos, una galgo afgano que se llamaba Firne. Tengo muchas fotos de esos días compartidos. A él le gustaba hablar. Los argentinos decimos que los petisos son grandilocuentes. Él era pequeño y mitómano. Pero sabía de qué hablaba y lo hacía en una forma encantadora.
    Además de su amistad histórica con Payo, me unió a él ese Vals de Valparaíso que me enseñaron unos chilenos exiliados que dieron a parar en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires en septiembre de 1973. Uno de ellos era casi "lolo", se llamaba Lalo, era petisito y súper simpático y debe haber sido de Playa Ancha ("nacionalidad" que yo aún desconocía), porque me hablaba maravillas del Gitano. 
    Apenas llegada a la DDR, en un homenaje a Rodney Arismendi, fui invitada a cantar y canté esa canción y una de Zitarrosa. Al final se acercó a mí un chileno (luego lo conocí y supe que era Pancho Encina) y me dijo "Oye! La cantas mejor que el Gitano!!"
    Y años después supe que en una oportunidad el Gitano había cantado su canción en una cantina en Luanda y un médico argentino que estaba allí (mi amigo Sergio) le contó que una compañera suya de medicina, que había tenido que partir a Alemania, siempre cantaba esa canción y el Gitano le respondió que él era el autor y, además, que un amigo suyo estaba "emparejado" con una argentina estudiante de medicina en la DDR. Y así, ese Vals de Valparaíso se convirtió para mí en un símbolo... cuando aún ni conocía a Osvaldo Rodríguez.
    Todo lo demás sobre él puede hallarse en cualquier biografía en internet. Se doctoró en Letras en 1986 en la Universidad Carolingia de Praga. Como yo, curtía la onda de la comunicación epistolar: era un escritor obsesivo de cartas, que atesoró a lo largo de su vida.
    También yo conservo aún los registros de las cartas que envié y que recibí durante esos largos años, y enormes sobres con todas ellas, seleccionadas por destinatario. Cosas del exilio. El dolor del destierro y las historias privadas volcadas en papeles que volaban por encima de los mares y se cruzaban a destiempo, cuando el teléfono era un lujo y el correo electrónico ni osaba a ser un delirio de algún esquizofrénico.

    Dejo acá una canción hermosa y un poema suyo que fue musicalizado por Paco Ibañez.





La muerte

La muerte anda lamiendo andamios y escaleras,
arrastrando penumbras del muro en el jardín,
escondida en la noche con preferencia unánime
de los seres que buscan el humo y la tiniebla.

Se retrata en el mar y a veces en la arena
en las piedras azules, en los pantanos secos
gusta de perpetuarse en los riscos quebrados
cincelados a golpe de acero y terremoto.

Señora melancólica, sumisa, pensativa,
cansada de ser muerte, acaso, se acorrala
entre palomas frías de mármoles innobles
o delgados cipreses de gracia pasajera.

Nadie tiende una mano, nadie alcanza un pañuelo,
nadie derrama lágrimas por la gran enemiga,
nadie sale al camino para darle a la muerte
una copa que cure su sed inmemorial.

Con sus ojos de hueco donde el tiempo no existe,
donde no están mis pasos y se camina a ciegas,
me recuerda a mi infancia con sus días azules
con el canto que llora el viento en el jazmín.

Yo prefiero la vida con sus lámparas verdes,
con los días del viento golpeando en el balcón,
con los pechos amados de la mujer que amo,
con el vino que embriaga toda mi geografía.

Pero doy a la muerte una mirada grave
porque más de una vez me ha rondado su paso
y su aliento animal de fina criatura
que espera con paciencia que cruce su jardín.





sábado, 5 de febrero de 2011

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Acomodando historias


Mitroperos del alma: Los feriados sandwich, como el de hoy, que cayó justo en mitad de semana, por lo general sirven para descansar a pata tendida, o para acomodar lo que se desacomoda con el tiempo y la falta de tiempo... Así que, buscando unos documentos en viejos CD, encontré videos familiares, con mis hijos muuuuuy niños, y algunos mails salvados de las diferentes catástrofes o cambios de hardware. Eran esos mails de cuando nos escribíamos diariamente y nos comunicábamos en forma frecuente, casi siempre en el tiempo inmediato posterior a algún encuentro.
Como hace mucho que no nos escribimos y hace muchísimo que no nos encontramos, los voy a dejar acá, como testimonio de las cosas que pudimos decirnos y las tantas que no nos decimos ya. Y deberíamos.
¿Desidia? ¿desinterés? ¿Desgano? ¿Destiempo? Sei lá o quê... A gente esta precisando se ver novamente e bater um papo... Não é?

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Asunto: La furia inocente de la inundación
Fecha: mayo de 2000

Queridos míos:
 
Me gustaría poder escribir largo y contarles más cosas, como en otras épocas. Pero aquí los acontecimientos se suceden sin darnos tregua y así me encuentro -de casualidad y porque algún desastre tocó también a la uni y no tuve clases- escribiendo este mensaje mientras se me cierran los ojos de sueño...

Ha llovido sin parar desde el sábado pasado. Recién hoy, miércoles, impresiona como si estuviera cambiando el clima y se alejara la posibilidad de catástrofe.

Se inundó Buenos Aires, como desde hace tantos años... como desde siempre.

Otra vez hubo evacuados, por supuesto de las zonas más carentes... Otra vez operativos de rescate, colchones, mantas, remedios, alimentos, la solidaridad de la gente, todo concentrado en tiempo y espacios mínimos, en geografías que soportan el desastre desde épocas inmemoriales ... desde que se dio en llamarlas tierras bajas y quedaron al descuido y la intemperie, a puro aguante y resignación.

No es lindo descubrir los cadáveres cuando bajan las aguas. Cadáveres humanos y esqueletos de poblaciones. Descarnadas realidades que siempre sacuden y a veces sacuden más. Es duro, es cruel, es la miseria dándonos una sonora bofetada donde más nos duele. Es la soberbia del poder que ignora el dolor de los desposeídos. No el dolor étnico y profundo y universal y contundente de las fotografías del hambre y las guerras recorriendo el mundo. No. Me refiero a ese otro dolor chiquito, silencioso, cotidiano, austero. Me refiero a los cuatrocientos niños de San Miguel instalados en galpones, viendo las enormes ollas de puchero en el fuego popular, limpiándose los mocos en las mangas y disfrutando la aglomeración y la aventura, mientras del otro lado del río y la miseria esa realidad constituye sólo una figura repetida en el noticiero de la noche de todos los tiempos...

Esta vez fue otra vez. Sólo que los años me han hecho más sensible, quizás, al dolor ajeno. Dolor nuestro.

Desde el escritorio colmado de papeles planificamos la ayuda, los subsidios, el rescate y la atención de los viejos. Y cansada ya, con los ojos enrojecidos de sueño y humo ajeno, con los huesos doloridos de tanta humedad acumulada, hice el viaje de regreso pensando en tantas cosas...

Ese intercambio de ideas sobre el hombre que practican Galileo y Sagredo en "Das Leben des Galilei" constituye en mí una preocupación constante.

En días como éstos ya no sé qué creer.

Amigos queridos: En todo caso sería lindo poder pensar juntos. Estas confianzas, como dice Ari, no se encuentran fácilmente a lo largo de la vida...

Sepan que los recuerdo siempre. Que mi ausencia a la "mesa del bar" responde a una total falta de tiempo, por desastres climáticos, por dolores humanos, por olvidos divinos.

Sepan, además, que los quiero.

Nunca dejaré de quererlos.

Lili

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Asunto: Hay días que son distintos...
Fecha: marzo 24 de 1999


Hay días que son distintos. 

Distintos desde la percepción, desde el sentir, desde adentro. 

Son días iguales que transcurren, con sus mañanas soleadas o lluviosas, sus atardeceres calmos, sus ruidos y sus apuros. 

Pero son días distintos adentro de uno. 

Hoy hace 23 años del golpe de estado que sacudió nuestra existencia. También fue un miércoles, y no amaneció con lluvia, sino con sol y la radio encendida debajo de la almohada, porque ya estábamos esperando que ocurriera. Los bandos militares nos despertaron y la incertidumbre nos invadió. Sabíamos que vendrían tiempos difíciles y que quizás deberíamos empezar a despedirnos de esa ciudad que hasta ahora, mal o bien, nos cobijaba. 

Cuatro días después, el domingo 28, cayendo la tarde, fue el secuestro, a la salida de un cine. Mi mirada inequívoca, ya lamentablemente habituada a ver más allá que el común de los mortales, descubrió tras la multitud que salía del cine, en una esquina céntrica, a quienes serían nuestros verdugos. A quienes, por otra parte, ya conocía de otras persecuciones, de otras requisas de bolso y libros por los pasillos de la facultad de medicina.

Descubrirlos y saber qué nos esperaba fue un sólo acto desesperante, cargado de impotencia, de un sentimiento casi apocalíptico. 

Un viaje largo y movido nos sumió en la oscuridad. 

Los días siguientes no tuvieron mañana ni noche, horas ni hitos que pudieran acercarme una noción de tiempo. Ni que hablar del espacio. Sólo sé que no cabía acostada, que tenía frío y sangraba, que mi ateísmo se me fue a los quintos infiernos y una voz monótona dentro de mí rezaba a vaya a saber qué dios y le pedía que los otros, -los que ya para ese entonces nos buscaban desesperadamente-, no sufrieran. Yo casi sabía el fin que me esperaba. 

Rezaba y cantaba, como he cantado en todas las situaciones difíciles, y recordaba la infancia y la cocina de mi casa, ayudada por los grillos que, en la humedad de los pastos que presentía más allá de los muros, acompañaban mi vigilia. 

No había espacio ni tiempo reales, concretos, asibles. Era apenas una noción de vida, por el ruido casi agonizante de un respirar angustiado, entrecortado, sofocado debajo de la capucha. 

Y en esa situación de precariedad absoluta, de indefensión, el sólo contacto con otra piel era tan imprescindible, que llegué a desear que apareciera cada cierto tiempo el único guardia que me trataba como un ser humano. El que me permitió bañarme, sentir el placer del agua tibia sobre mi cuerpo helado, aunque fuera a ciegas, el que me hablaba de futuros encuentros y probables cafés compartidos, porque "creía en mi inocencia". Ése, el que, -como llegué a descubrir más tarde-, comandaba todo el operativo. 

Entre esos días y noches imperceptibles, hubo una madrugada terrorífica y a la vez maravillosa, en que me sacaron de la celda una vez más, con capucha, esposada, aturdida y sumida en el pánico que me provocaba el acercarme al final que presentía, al destino que temía. Entre todas las voces hubo una que reconocí: la que daba las órdenes. La voz "amiga" de quien me entregó a los responsables del viaje final, recomendándoles que me trataran como yo lo merecía. Esa misma voz que, interrogada por mí en un acto desesperado, me respondió: "Aunque sea la última vez que creas en un hombre, creéme: te vas a tu casa". 

Esa madrugada, a ciegas, acostada en el piso del auto, con las manos de tres o cuatro tipos recorriéndome con saña el cuerpo y las botas aplastándome para que no me moviera, esperé resignadamente escuchar el primer disparo. No hubo disparo. 

Cuando me tiraron en un campo húmedo de rocío, después de las amenazas y de un par de golpes más, de despedida, esperé nuevamente el tiro final. Y no hubo tiro. Hubo un ruido de auto alejándose a toda velocidad del lugar de la resurrección. 

Nunca un rocío fue más placentero, nunca un frío más agradable, nunca una soledad más compañera, que los de esa mañana de abril en que me descubrí inesperadamente libre y milagrosamente viva. 

Debieron pasar 20 años para que pudiera llorar desde lo más hondo. Debieron pasar aún tres años más, para permitirme recordar detalles y sensaciones, y escribir sobre ellas. 

Hubo un disparador en la mañana de hoy, un acto casi simbólico, que me dejó sumida en este estado. Viajando hacia el hospital busqué en mi agenda electrónica para confirmar lo que yo pensaba: que el 24 de marzo de hace 23 años había sido un miércoles, como hoy. 

Entonces recorrí hacia atrás meses, años, y los vi pasar por la pantalla así, simplemente, como la hoja de un calendario, en cuenta regresiva, mientras por mi mente pasaban en forma de imágenes, de recuerdos. Los años de nacimiento de mis hijos, la muerte de mi padre, la libertad de mi hermano, y arrimándome a los ´80 empecé a ver la nieve alemana, los amigos, imágenes, imágenes, imágenes, sensaciones y recuerdos, hasta llegar a esa fecha y entonces sí, aparecer toda la película, en cuadros desordenados, irrumpiendo sin permiso para instalarse cómodamente en mi interior. 

Nunca escribí sobre esto. Pocas veces me detuve a pensar en suertes y desgracias respecto de ello. No me fue fácil asociar mi historia, desde mi perspectiva íntima, desde mi dolor, con la de los desaparecidos y la de los sobrevivientes. Como si se hubiese tratado de algo ajeno. Las pocas veces que me referí a ello, lo hice asépticamente, con rigor periodístico. Casi en tercera persona. 

Amigos queridos: hoy fue un día difícil. 

Mi subconsciente individual venció al inconsciente colectivo. Se puso en pie de guerra y decidió que no hay mejor arma que la memoria. Decidió que el olvido es una jactancia que no le corresponde. 

Y así, con este ánimo de confesionario, arrasada por los recuerdos, quiero abrazarlos como si estuvieran acá. 

Perdonen este balance histórico tan mío. 

Los necesito.

Los quiero.

Li







viernes, 19 de noviembre de 2010

Asociación libre

Hoy por la mañana, mientras recorríamos la autopista a paso de hombre, camino al trabajo, me puse mis auriculares para escuchar la música que seleccioné desde hace mucho tiempo en mi MP3.
Se me ocurrió, con los ojos cerrados, hacer un juego de memoria y asociaciones: cada canción me remontaba a una época, a una situación, a determinadas personas...
La memoria es algo sorprendente. Háganlo y después me cuentan.

sábado, 16 de octubre de 2010

Octubre 15




Hoy es tu cumpleaños, Diana, Dan,
celeste desaparecida
perdurable perenne en mi memoria
que no se cansa de renacerte
recuperarte reaparecerte.

octubre 15 de 1983

jueves, 2 de septiembre de 2010

miércoles, 9 de junio de 2010

Cuando era muy joven, y a propósito de los tiempos de horror que nos tocó vivir, me encontré con la historia y leí los versos del poeta guatemalteco Oto René Castillo.


Supe, más tarde, que durante tres años había estudiado Letras en la Universidad de Leipzig. Supe de su lucha, su exilio y su muerte.


Nunca más olvidé este poema. Y lo recuerdo, especialmente, cuando parece que el cansancio va a vencerme.


COMUNICADO

Nada

podrá

contra esta avalancha

del amor.

Contra este rearme del hombre

en sus más nobles estructuras.

Nada

podrá

contra la fe del pueblo

en la sola potencia de sus manos.

Nada

podrá

contra la vida.

Y nada

podrá

contra la vida

porque nada

pudo

jamás

contra la vida.

sábado, 29 de mayo de 2010

Llueve en Buenos Aires...

y como de un arcón recién abierto van apareciendo formas e imágenes perdidas en el tiempo.
Hoy, 29 de mayo, Mariano cumpliría 59 y, quizás, lo hubiera llamado para saludarlo, o le hubiera escrito, o tomaríamos un café él, su Giulia y yo... pero llueve en Buenos Aires, Mariano ya no está, me tomaré un café con Giulia un día de éstos, y  entre las gotas que caen por el cristal de mi ventana pasan las imágenes borrosas del tiempo, mientras algún pájaro cierra la tarde cantando desde las ramas ya raleadas de mi tilo.
No quiero que esto se parezca a la tristeza, pero los enormes huecos que las ausencias van dejando se llenan de dolor primero y luego, como los poros de una piedra expuesta eternamente a la intemperie, van guardando en su interior el polvo de los vientos, el agua que se seca y deja una resaca endurecida y así, de tiempo saturados, se van sellando en el mismo contorno de la piedra y la conforman y ese dolor y esas ausencias pasan a ser la vida misma con su crisol de sueños y esperanzas y partidas y promesas y adioses y distancias...

martes, 18 de mayo de 2010

Encontré en un viejo disco el mail que le dio origen a este lugar...

Sent: Monday, January 01, 2001 8:47 PM



Subject: SE REABRE LA MITROPA-POR FAVOR, DE A UNO-NO ATROPELLAR

Y así fue como llegó el principio de milenio...

Entre corridas, como siempre, tiempo que no alcanza... cosas que se escapan... sensación de olvidos...

La Mitropa parece no querer despertar del letargo finisecular...

Sin embargo...

Sin embargo sabemos que todo sigue ocurriendo... como ocurría la vida bajo tierra en épocas de guerra... desafiando a las bombas y los miedos...

Sin embargo hoy por la tarde me llamó Raquel, de cara al mar en La Paloma y saboreando un schopp helado, pidiéndome que los salude, que les diga que su computadora estuvo cerrada por refacciones de la Academia, que les diga que los quiere mucho a todos y que a su vuelta escribirá...

Sin embargo ZeRaymundo y Terezinha tanguearon la noche porteña, pese a mi ausencia prolongada, por exámenes y trabajo... Y me dejaron la confirmación de lo que siempre supimos de ellos: son dos seres maravillosos, llenos de afecto, de vida, de ganas...

Sin embargo, con Mitropa cerrada por vacaciones, pude ver y disfrutar el video de los 50 años de Xande, -con la presencia representativa del Negro Fogonero-, cuya copia en breve enviaré a tierras transandinas y cisplatinas...

Sin embargo, antes de la partida de Ari a Lima a pasar las fiestas con sus queridos padres, pudimos juntar nuestras vidas ocupadas una noche en el departamento de Recoleta, con Daniel y con Raquel, y -aunque me dormí estrepitosamente y no cumplí con la mateada mañanera prometida- fue lindo sentirlos otra vez cerquita del corazón...

Sin embargo, este mundo es hermoso... y, sin embargo, a veces es horrible... cuando a fin del milenio lo recorre la fotografía de un niño palestino muriendo por las balas israelíes bajo el vano intento de su padre de salvarlo... o las viejas y nuevas y eternas radiografías del hambre y la miseria... esas imágenes terribles que no logro borrar ni un instante... ni siquiera -y quizás como homenaje- en el preciso momento de levantar las copas y abrazarnos...

Amigos míos queridos. Está cayendo la noche del primer día del primer año del vigésimoprimer siglo del tercer milenio.... y parece mentira que tanto tiempo haya pasado en vano... que la humanidad haya crecido tanto y no haya aprendido nada...

Somos tiempo... estamos hechos de tiempo...

Como decía el poeta:

"Tu materia es el tiempo. El incesante

tiempo. Eres cada solitario instante."

y sin embargo...

Amigos queridos, la Mitropa está abierta. Ese espacio de amistades y cariños compartidos, de consenso y de disenso, de reflexiones y emprendimientos, ha vuelto a abrir sus puertas y las sillas y las mesas esperan nuestra presencia...

Hace calor, mucho calor en Buenos Aires... Los echo de menos... Los extraño... Estoy con saudade...

Cierro los ojos y los pienso.

Me hacen falta.

Los quiero.

No saben cuánto los quiero.



Lili

sábado, 8 de mayo de 2010


Gozo la paz de la mañana.
El humo de mi café de las primeras horas,
la soledad fresca,
el despertar de las plantas y los gatos.
A esta hora en que todo dolor se apacigua
y toda esperanza reverdece.

 
 
Baires, 19/11/82

SOLES

Alguien (no sé quién) lo escribió una vez en la Unidad 2 de la cárcel de Devoto.
Me parecio hermoso:


Podría contarte acaso cómo son mis días

mis días sin tiempo concreto

mi tiempo tal vez sin horas aquí

mi infinita nostalgia desparramada

mi paso lento, lentísimo como nunca

y también

las tantas lunas llenas

que atravesaron de lado a lado mi cama

invariablemente noche a noche

y también

de las mariposas de las que te hablé una vez

que dejé escapar entre mis dedos

la última primavera sin darme cuenta.

Pero ciertamente te diría

que todos mis días tienen soles

que pelean hasta vencer al infalible gris

que acosa

el sol de tu mirada

la dulce y tierna alegría de una sonrisa

y los pequeños soles insospechados

que amanecen todos los días

y descubro uno y otro

y no me canso.