miércoles, 2 de noviembre de 2011

Fanny


Más allá de su conducta militante, recuerdo de Fanny esos grises domingos berlineses, donde buscábamos manos de madre, cariño de abuela, olor a hogar. Recuerdo la pasión en los relatos sobre sus pasos por el mundo y la gente que conocía. Recuerdo sus comidas apetitosas, preparadas con esmero. Las sobremesas conversadas, y ella escuchando con idéntico interés anécdotas que quizás habría oído hasta el aburrimiento, -pero nosotros volvíamos a relatar como una novedad-, acerca de los vaivenes transculturales del exilio en tierras tan lejanas...

Recuerdo el tren a Berlín y el U-Bahn y las caminatas por los puentes hasta su departamento en la Fischerinsel. Recuerdo el muro visto por primera vez desde su ventana: apenas un retazo de cemento, y los alambrados y -lo que más me impresionaba- la tierra de nadie a ambos lados... Y más allá las casas que eran ya de otro país... En este lado estaba ella, en una vivienda cómoda pero austera, con su sonrisa franca y sus finas manos que también hablaban. Ella, que estuvo con las palabras justas cuando la necesité, cuando el dolor de las ausencias se hizo más penetrante y la angustia se asentó pesada sobre mi pecho.



De su mano conocí a Fidel un 1º de Mayo en la Alexanderplatz. De su boca conocí a tantos tantos compañeros de lucha y de esperanzas...

Ayer partió, con cien años, y se llevó, -pero también nos dejó-, todos esos momentos, las palabras, los recuerdos, la lucha, el honor, la inclaudicable militancia por un mundo mejor. Te vamos a echar de menos, Fanny. 
Nos vas a seguir haciendo falta.
Que tengas un buen viaje.
Hasta la victoria siempre, noble compañera! 


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