HUESOS
Entretanto
cuando el
27 de julio a las dos de la mañana
irrumpían
en la casa de Susana y José,
cuando el
5 de abril en la madrugada
Juan era
arrancado de la cama,
cuando el
16 de septiembre
a Gustavo
se lo llevaban al salir del trabajo,
yo
caminaba las calles de Leipzig
y pisaba
las hojas y las piedras,
regresaba
aturdida de las clases
a
preparar un café
en la
cocinita de azulejos celestes
y apoyada
en la ventana
entre
sorbo y sorbo
pensaba
en ellos
obstinadamente
Entonces
aunque
aún me espantaban a la noche
los
golpes en la puerta
sabía
que era
imposible que estuviesen allí
que ya no
me esperarían en la esquina
que su
olor había dejado
de
perseguirme
Entonces
yo usaba
reloj y caminaba entre los vivos
abría la
ventana en las mañanas
y dejaba
la llave sobre el marco de la puerta
para que
los amigos
aguardaran
mi llegada mientras encendían la leña.
Entonces
yo
contaba los días que faltaban
pero
nunca
los que
había sobrevivido
a tanto
oscuro
tanto
solo
tanto
frío
porque
los
Pedros y las Anas y los niños
que
parieron en silencio y sin quejarse
veían
más oscuro que mi oscuro
estaban
más lejanos que mi lejos
y tenían
más frío en ese frío
en el que
nadie decía nada
Ahora
me
preguntás qué siento.
Cómo es
eso de estar,
haber
atravesado los portales del infierno
y sin
embargo estar de vuelta
Qué se
siente
Nada
puedo decir
que no
hayan dicho.
Ninguna
lágrima regará por vez primera
esta
tierra
o
aquella.
Ha pasado
tiempo
tanto
tiempo
Los niños
tienen hijos
y la
tierra
les
devuelve de vez en cuando huesos
para que
armen a sus padres
y
conozcan la talla de un hombre
con su
mismo ADN
y vean
los orificios
por donde
la vida se les fue tan de repente
tan
poquita
tan joven
tan
querida
y puedan
despedirlos
devolverlos
enterrarlos
ahora sí
o
esparcirlos en el aire
definitivamente
sin saber
cómo
hubiera sido la caricia
que
soñaron cada noche
hijos
padres
madres
que sólo
conocen
el dolor
de no tenerlos
de llorar
y no tenerlos
de buscar
y no tenerlos
de callar
Por favor
no me
preguntes qué se siente.